viernes, 16 de marzo de 2018

Crónicas marcianas


Autor:  Ray Bradbury

 

            Ray Bradbury es posiblemente uno de los escritores más conocidos de cuantos han cultivado el género de la ciencia ficción. Su nombre evoca indefectiblemente “Farenhait 451”, “El hombre ilustrado” y, por supuesto, estas “Crónicas marcianas”. Este conjunto de relatos lo leí alrededor de mis veinte años y lo recuerdo lleno de dulzura. Y, en efecto, a pesar del tiempo transcurrido, esta segunda lectura me ha cautivado del mismo modo. Los viajes y colonias que se establecen en Marte por parte de los terrícolas tienen un encanto melancólico. Cada episodio narra las aventuras de diferentes expedicionarios en el planeta rojo que ansían replicar su modo de vida en la Tierra que, por su parte, está siendo devastada por las guerras .Todas las historias son tiernas aunque muchas tienen un final triste. Y es curioso que Bradbury las sitúa en futuro lejano, pero lo cierto es que para los lectores actuales esas fechas ya son pasado.

 

            Pienso que debería ser lectura obligada no sólo para los amantes de la ciencia ficción ya que, bajo la apariencia de fantasía, nos regala preciosas e inquietantes reflexiones sobre la naturaleza humana que se mantiene constante aunque habitemos en diferentes planetas.

Vinieron como golondrinas


Autor:  William Maxwell

 

            William Maxwell fue periodista, editor (a decir de muchos el más grande de la narrativa norteamericana del siglo XX) y escritor. A los diez años sufrió la pérdida de su madre a causa de la gripe española de 1918. Una pandemia terrible que supuso la muerte de cincuenta millones de personas, convirtiéndose así en un trágico epílogo a la Primera Guerra Mundial cuyo número de bajas fue cinco veces menor: diez millones de seres humanos que dejaron sus ilusiones en trincheras y ciudades. Y esta experiencia dolorosísima es la que de modo casi autobiográfico nos relata en esta breve narración.

           

            Escribe la novela a tres voces: el niño pequeño (su alter ego), el hermano mayor y el padre. Cada uno siente de modo singular la muerte de la madre, el pilar de la familia. Ninguno está preparado para una vida sin ella.

           

 Para Bunny, a sus ocho años, le parecía que si su madre no estaba cerca nada era real ni estaba vivo. La ternura con la que describe el autor cuánto amor siente por ella, me ha impelido a rememorar mis propios sentimientos hacia mi madre. El hijo mayor, adolescente con una pierna de madera, rebelde pero niño al fin, y el padre, marido amoroso que queda desorientado sin ella. Todos ellos asumen el dolor con una cierta aceptación y se apoyan mutuamente en la adversidad sin que el relato sea melodramático ni deprimente.

 

            Una prosa bellísima que nos transporta al medio oeste americano, pero que, a la vez, nos refugia en el amor que de niños sentimos por la madre. Una mezcla de cariño, melancolía, agradecimiento y nostalgia. Una maravillosa sorpresa literaria de un escritor poco conocido en España.

lunes, 5 de marzo de 2018

La dama de la furgoneta




 Autor: Alan Bennett



            El autor teatral y actor Alan Bennett, relata la peculiar, pero cierta, situación de una mujer vagabunda que vive en una camioneta en su jardín durante 15 años hasta la muerte de ella. Lo que al principio es un allanamiento de morada, evoluciona a una vecindad afectuosa por parte de Bennett. Miss Shepperd, la vagabunda, en cambio vive en su delirio atrapada en una vida irreal. Un síndrome de Diógenes clarísimo y una enfermedad mental que la benevolencia del escritor transforma en excentricidad.

Lo cierto es que detrás de cada persona se esconde una historia a menudo sorprendente. Y eso es lo que consigue resaltar esta brevísima novela.

lunes, 15 de enero de 2018

El capote


Autor:  Nikolai Gogol

 

           

            Otra brevísima narración que cautiva desde la primera frase. ¿Será quizá porque los clásicos nunca defraudan? Me malicio que esta sea una razón de peso. Dostoievski dijo de este cuento “Todos crecimos bajo el capote de Gógol”. Poco más podemos añadir nosotros. Esta referencia avala por sí sola su lectura y nos garantiza una pieza magistral.

 

            Un gris funcionario ruso de mediados del XIX sobrevive en el frío San Petersburgo. Su tarea consiste en copiar documentos, lo que ejecuta con primor y eficacia. Soporta las burlas de todos sus compañeros, sin capacidad para enfrentarse a ellos. Es lo que hoy en día llamaríamos un friki sometido a acoso laboral. Lo que viene siendo la inmutable naturaleza humana. Nada nuevo bajo el sol. La ya desdichada situación en la que se encuentra, se agrava con la imperiosa necesidad de un capote nuevo. Este gasto extraordinario e ineludible supone un grave contratiempo. ¿Cómo obtener la elevada suma de rublos que exige el sastre? Sin embargo, este revés se transforma en un aliciente para su vida, en realidad se convierte en el centro de sus intereses y su corazón. La amenaza se torna en ilusión.  Busca telas, ahorra poco a poco, sueña con la prenda y finalmente lo consigue. ¡No puede ser más feliz! Pero no termina ahí el cuento. Las envidias y la fatalidad acechan al funcionario.

 

            Pocas páginas que resplandecen con la maestría de un gran autor capaz de transmitir las pasiones y miserias que componen el ser humano. Y que recurre a la fantasía para convertir el relato en un verdadero cuento.

lunes, 8 de enero de 2018

La señorita Heargreaves


Autor:  Frank Baker

 

            Norman, el protagonista de la novela, se da cuenta desde niño que cuando urde una mentira, ésta se materializa en la realidad tal como la ha pergeñado.  Ya le advirtió su padre “Ten cuidado con lo que inventas. En la vida hay más cosas inventadas de lo que la gente cree” Y así le sucede cuando inventa, por puro juego, a la señorita Hargreaves. Una anciana soltera y excéntrica que viaja con bañera, arpa y cacatúa, escribe poesías y es sobrina de un duque. Pues bien, de repente aparece en su vida tal como la ha imaginado. Llega a su pueblo dispuesta a visitarle. Y a complicarle la existencia.

 

Con un arranque tan original, esperaba que la totalidad de la novela mantuviera el mismo ritmo. Sin embargo, aunque al principio es desternillante, llegó un punto en que se me agotó. La encontré demasiado larga y con excesivas descripciones musicales, en concreto exhaustivos pasajes de interpretaciones en el órgano de la iglesia. Ya se ve que el autor no pudo o no quiso abstraerse de su condición de organista.

 

En fin, una novela amable y divertida que quizá con menos páginas hubiera quedado redonda.

martes, 2 de enero de 2018

La habitación de Nona



Autora:  Cristina Fernández Cubas

 

 

            Este título es el primero de una serie de cuentos que componen el libro. La autora es una experta en este tipo de narraciones y ha recibido varios premios por ellos.

 

            Todos estos cuentos son una mezcla de realidad y fantasía; algunos son tristes, otros melancólicos y todos sorprendentes.

 

Estos son los cuentos que componen el libro:  La habitación de Nona (la relación de una niña con su hermana con discapacidad mental) , Hablar con viejas (donde una joven a punto de ser desahuciada encuentra su salvación en una anciana, pero las cosas no son lo que parecen), Interno con figura (unos pequeñuelos interpretan un mismo cuadro, y una de las niñas parece que ve más allá e intuyera su propio asesinato), El final de Babro (la difícil relación de tres hermanas ya adultas con la nueva mujer de su padre viudo), La nueva vida ( el viaje al pasado de una viuda) y  Días entre los Wasi- Wano (el verano que pasan dos niños con sus excéntricos tíos)

           

Están escritos con elegancia, maestría y gran nivel literario. A mi parecer, los cuentos son la base de la literatura y nos recuerdan que pocas páginas pueden encerrar relatos inolvidables. En definitiva, una delicia de lectura para quienes amamos los relatos cortos y un poco fantasiosos.

Patria



Autor:  Fernando Aramburu

 

            Desde hace un tiempo prefiero leer relatos cortos; sin embargo, ante el éxito de este título, he decidido afrontarlo sin dejarme amedrentar por lo extenso de la novela. Y ha sido un acierto. La lectura es rápida, ágil e intensa. Yo, en mi ignorancia sobre el autor, pensé que quizá fuera alguien sin mucho oficio literario que aprovechaba el parón en la actividad etarra para sacar un librillo al mercado. Pero, ¡gran sorpresa!, resultó que no era ningún advenedizo, sino un escritor bregado en estas lides con numerosos premios. Y, por tanto, de escritura brillante.

 

            Nos cuenta la historia de ficción de dos familias que fueron inseparables hasta que la irrupción de la violencia sembró el odio y la muerte. Dos mujeres son amigas íntimas desde su juventud, viven en el mismo pueblo y sus vidas transcurren paralelas y ajenas al terrorismo que ya afligía su tierra. Sin embargo, todo cambia cuando el hijo de una de ellas ingresa en la ETA y después el marido de la otra es asesinado por esta banda en su mismo pueblo tras haber sufrido el aislamiento social y ser acusado de chivato. Su viuda, desde ese momento, sospecha que el asesino es el hijo de su amiga. Y esta duda no se resuelve hasta el final del libro. Cada personaje cuenta la historia como la vive, y resulta revelador el enfoque de aquellos que se sitúan en el lado violento. De nuevo vemos que el pensamiento es lo que mueve el mundo. Todos creen que actúan cargados de razón aun cuando esta actuación sea el asesinato. Es inevitable evocar la teoría de Hannah Arendt sobre la banalidad del mal que sostiene que no es necesario ser un gran malvado o un loco  para cometer grandes crueldades, sólo se requiere perder la noción de la dignidad humana y limitarse a obedecer instrucciones burocráticas de una organización. Y creo que esto, junto con la calidad literaria, es lo más subyugante del libro.

 

           

            Para quienes por razón de edad hemos vivido y sobrevivido al terror etarra, esta novela es imprescindible. Y para quienes, por demasiado jóvenes, ni sospechan lo terribles que fueron esos años, es aún más necesaria. A menudo el tiempo suaviza los acontecimientos y no podemos tolerar que el olvido, que de suyo tiende a la indulgencia, sepulte de nuevo a aquellos que murieron o sufrieron de cualquier modo tanta ignominia.