Autor: Washington Irving
Washington
Irving, a la sazón embajador americano en España a mediados del siglo XIX,
vivió en la Alhambra y, fascinado por el encanto del entorno, escribió desde
ese alojamiento una colección de cuentos ambientados en ese palacio. El asegura
que le fueron referidos por los habitantes de Granada como leyendas, sin
embargo, parece que muchos de ellos son sólo fruto de la imaginación del
cónsul. En cualquier caso, a pesar del paso del tiempo, resultan interesantes,
fantasiosos, tiernos o fastuosos, cargados de un orientalismo típico del
romanticismo literario de la época. Los he releído después de muchos años con
motivo de un viaje a Granada y he vuelto a disfrutar con ellos. Las lecturas
clásicas no suelen defraudar.
La primera vez
que leí esta recopilación de cuentos aún estaba en el colegio. Quizá con
catorce o quince años, que es la edad de oro de la lectura. Todo lo que se lee
en la infancia y adolescencia queda para siempre de modo indeleble. Yo aún
puedo recordar con exactitud las baldas de la biblioteca de mi colegio, el
color de los lomos de los libros, las letras doradas de muchas de sus cubiertas
e incluso el gramaje de sus hojas, con frecuencia extremadamente liviano. Después
de muchos años, no he olvidado las novelas de Zane Grey o las de Agatha
Christie, y todavía poseo el carnet de lectora. Me pregunto si podría aún sacar
libros con él.
Uno
de los tomos que recuerdo es el de Cuentos
de la Alhambra. Era muy pequeño, encuadernado en piel y con nervaduras
horizontales en el lomo. El título y el autor estaban escritos con letras
doradas y las hojas eran muy finas. Sé que, como tantos otros, lo leí por
indicación de mi madre a quien debo la mayor parte de mi cultura conformada por
cada libro, poesía, refrán, historia o reflexión que ella me regaló.
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