Autor: Pablo D´Ors
August
Zollinger, el protagonista, siente la vocación de ser impresor en su pueblo.
Pero quienes ya tenían este negocio establecido desde hacía mucho tiempo, le
echan a patadas del lugar. En vista de lo cual, decide marcharse a buscar otras
ocupaciones. Así le vemos sucesivamente como ferroviario, soldado, funcionario
del más bajo nivel y zapatero. Cada episodio nos ofrece, al menos, un hilo
conductor: el amor, el compañerismo y la amistad, el desprendimiento y el valor
del silencio, el amor al trabajo escondido que nunca ve nadie, la perfección en
el trabajo…
Yo
en particular, orgullosa funcionaria, he disfrutado especialmente con el
capítulo dedicado a la humilde tarea de sellar documentos, que ejercía con
admirable ilusión infantil. Todo lo hacía por la dignidad del oficio mismo, y
nunca dejó de creer que poner un tampón bien era mucho mejor que ponerlo mal.
A
la manera de un cuento, el relato es delicado, tierno y carente de maldad, sin ningún
personaje cruel. Triunfan el bien, el esfuerzo, el amor, el trabajo bien hecho.
Todo ello sin un deseo explícito de moralizar y con un lenguaje sencillo que
consigue una impresión final de paz y buen humor.
En el camino
vital que recorre el impresor, tan importante es el objetivo último como lo que
ocurre mientras se consigue. Zollinger nos recuerda que es imprescindible vivir
con un anhelo, pero que este no debe transformarse en una obsesión que nos
impida disfrutar la felicidad agazapada en cada instante y que sólo cada uno es
capaz de hallar.
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