Autor: Miguel Delibes
Por
supuesto no quiere marcharse, pero la
voluntad del padre, férrea e indiscutible en esa época, no deja otra
alternativa. Ante lo inevitable, recuerda lo vivido junto con sus amigos Roque
el Moñigo y Germán el Tiñoso. Ese tiempo en que los niños jugaban libres por
las calles, hacían travesuras y pensaban, como todos cuando hemos sido niños, que
nunca cambiaría nada.
Y
así, nos ofrece los retazos de su vida en una villa pequeña de Cantabria,
siempre con el barniz de los ojos de un niño. Con numerosísimos protagonistas.
Es posible que no quede ningún paisano por aparecer en el texto. Algunos pasajes
son tan divertidos que nos llevan a las carcajadas. Son especialmente cómicos
los motes de los personajes, como las Guindillas o las coletillas que acompañan
siempre a algunos otros como “D José, que era un gran santo”, o “Andrés, el
hombre que de perfil no se le ve”.
Y, aunque en el
fondo el relato es el abandono de la edad dulce de la infancia lo que le
confiere un tono algo melancólico, prevalece la alegría. Y ello incluso aun
cuando algunos de los sucedidos que nos refiere Daniel son dramáticos y pesarosos,
tal como es la vida real tantas veces.
La
maestría de Delibes compone una novela magnífica. Llena de humor, amabilidad e
ingenuidad. Lo cual no es tan frecuente en este autor a menudo tamizado de
pesimismo. Conviene disponer de un diccionario cerca ya que, a pesar de nuestra
probada cultura, nos encontraremos muchas palabras ignotas. Yo, al menos, lo he
necesitado.
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