lunes, 14 de abril de 2014

Matar a Prim

Autor: Francisco Pérez Abellán

           
            El 27 de diciembre de 1870, el general Prim, primer ministro de España, caía abatido a trabucazos en la calle del Turco, en Madrid cuando salía del Congreso de los Diputados. La versión oficial nos cuenta que murió tres días después en su casa, a consecuencia de la infección de sus heridas ocasionada por el pelo de oso de su pelliza. Y que durante ese tiempo dio órdenes, dictó instrucciones y habló con numerosas personas.

            Sorprendentemente, el cadáver quedó momificado de forma natural y con motivo del bicentenario del general, se ha procedido a su exhumación. Y, tras su autopsia, se comprueba que realmente murió estrangulado a lazo, que nunca fueron curadas sus heridas y que, dada la naturaleza de las mismas, no pudo hablar ni firmar ya que nunca estuvo consciente.

¿Quién asesinó al todopoderoso Prim? ¿Por qué ha permanecido oculta la verdad durante 144 años? ¿Qué oscuros intereses han prevalecido?

El autor, junto con sus colaboradores, forenses e investigadores, nos presenta la realidad de forma muy distinta a la que hemos estudiado. En su asesinato confluyen la restauración borbónica, las luchas entre logias masónicas (Prim era masón), las aspiraciones del duque de Montpensier, los turbios intereses políticos de los distintos grupos del tan convulso siglo XIX español. Y detrás de todo, como gran instigador y culpable, el general Serrano, a la sazón Jefe de Gobierno. Un magnicidio perpetrado desde el mismo Estado. Cabe preguntarnos si este ha sido un caso aislado o encontramos en la Historia otros sucedidos similares.


Al comienzo del libro, su lectura es ágil, pero cuando profundiza en la historia de aquella época, se torna mareante. Demasiados vaivenes políticos, intrigas y nombres para digerirlos con facilidad. Si bien a todos los madrileños nos resultan familiares por calles y paradas de metro, pocos podrían añadir algo más sobre ellos. Y, como dice el autor, la elegante y comercial calle Serrano, debería mudar en la más apropiada calle del presunto asesino Serrano. Quizá las tiendas actuales, sus clientes y sus paseantes no estuvieran muy de acuerdo en el cambio.

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