Autora: Elia Barceló
Talia
y Pablo son dos jóvenes que se sienten culpables por haber dicho palabras
terribles, ella a su madre y él a su mejor amigo. Ambos encuentran una persona
que les indica que existe un almacén donde se guardan las palabras dañinas y
que, si quieren enmendarlas, pueden ir a él e intentar recuperarlas. Así lo
hacen, cada uno por su lado ya que no se conocen entre sí. Cuando llegan
comienzan un viaje por distintas estancias ayudados por unos misteriosos guías
que les acompañarán para enseñarles las consecuencias de sus palabras y cómo
pueden aprender a usarlas bien para transmitir siempre sólo lo que de verdad
quieran. En este trayecto mágico también se sienten juzgados por el valor de las
obras y palabras buenas o malas que hasta el momento han realizado. Es
inevitable recordar La Divina Comedia,
La
Leyenda del monje Virila, El Sexto Sentido, Qué bello es vivir y tantas obras que tratan el tema del balance
vital y la oportunidad de mejorar.
Mientras
ellos, en un mundo sin tiempo, se desplazan por diferentes lugares, sus cuerpos
permanecen en estado de coma como resultado de un accidente. Así el texto
oscila entre Aquí y Allí según dónde se está desarrollando la novela. Y
asistimos a sus deseos de aprendizaje y a las reacciones de sus familias ante
el drama de muchos meses en coma con un futuro incierto.
Un
cuento amable que lleva apenas dos horas de preciosa lectura que atrapa y
embelesa. Que nos recuerda la importancia de las palabras, que construyen el
pensamiento y nos diferencian de los animales. Las cuales, una vez emitidas
tienen su propia vida y no pueden modificarse por lo que, al igual que los
protagonistas, conviene aprender a imprimir su sentido exacto antes de
pronunciarlas. Porque remediar el dolor producido por ellas no siempre está en
nuestra mano. Yo, al menos, no he conocido a nadie que viajara al almacén de
las palabras terribles para anularlas. Si alguno de mis lectores sabe cómo
llegar a ese lugar, agradecería un correo con los detalles.
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