En una pensión de la
Riviera, a principios del siglo XX, aparece un apuesto joven quien,
en cuestión de horas, consigue seducir a una madre de familia
respetable y fugarse con ella. El estupor se extiende entre los
residentes, a excepción de una anciana dama. Esta elige a un joven
para contarle que ella también cayó rendida, veinte años atrás, en los brazos de otro
muchacho, un impenitente jugador. Cómo, por evitar
su suicidio, en veinticuatro horas, su vida de viuda cerrada a un
nuevo amor, se desmoronó por completo. Y cómo arrastró siempre el
remordimiento de esa relación humillante para ella, que quiere
conjurar contándola por primera vez a alguien.
De nuevo, Zweig consigue
describir los sentimientos humanos de modo elegante y certero. En
especial, los femeninos. Diríase que pensase exactamente como una
mujer. Y en muy pocas páginas, dibuja un conflicto moral que
atormenta una vida entera.
Uno de los numerosos
breves y fantásticos relatos de este autor, en los que nos regala
reflexiones sobre nuestra naturaleza humana, siempre igual y siempre
sorprendente.
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