Autor: Audur Ava Olafsdottir
Un joven islandés,
amante de la jardinería y en particular de la variedad Rosa cándida,
acepta un trabajo de jardinero en un monasterio de un pequeño pueblo
posiblemente italiano. Su madre, que, acaba de fallecer en un
accidente, es quien le ha iniciado amorosamente en el cultivo de las
flores en el invernadero familiar. Resulta milagrosa esta vocación
en un habitante de un lugar tan inhóspito cuyo paisaje propio se
llama malpaís. Lo cual deja pocas dudas sobre sus posibilidades.
Arnljótur, ignoro si es
el equivalente a Pepe o resulta igual de extraño en los oídos
islandeses, abandona a su hermano autista, su padre octogenario, sus
expectativas universitarias y se marcha a la legendaria rosaleda del
convento. Le acompañan el duelo por su adorada madre, unos esquejes
de Rosa cándida y el amor a su hija de meses (el resultado
inesperado de un fugaz encuentro con una amiga).
Instalado en el
monasterio, degusta la paz y el disfrute por el resurgimiento del
jardín. Pero aparece la madre de su hija para dejársela a su cargo.
Ante el inconcebible desapego de la madre, el protagonista se
transforma en un padre entregado a una criatura cuya llegada nunca
fue prevista. E intenta establecer una estructura familiar, sin
olvidar el cuidado de su padre y de su hermano discapacitado. Lo que
mueve a la reflexión al lector, más habituado a contemplar estos
sentimientos en una mujer. Ya sólo por este enfoque merece la pena
leerlo, sin menoscabar otros méritos literarios que también posee.
Además,
a mí en particular, hacedora de herbario en mis estudios de
farmacéutica, me ha transportado al placer del descubrimiento de la
botánica. Aunque, en mi caso, nunca se ha visto acompañado del
triunfo en el cultivo de los ejemplares vivos.
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